Jon de Cortina: un jesuita, naturalizado salvadoreño

Por: Roselia Núñez

Uno de los grandes aportes del padre Jon a El Salvador, es su lucha constante por la reunificación de las familias salvadoreñas, a través de la Asociación Pro búsqueda de niñas y niños desaparecidos durante el conflicto armado.

El padre de Cortina sufrió un derrame cerebral el 24 de noviembre de 2005, mientras participaba en una actividad del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en la ciudad de Guatemala y murió la mañana del lunes 12 de diciembre en el Hospital Nuestra Santísima Señora del Pilar.

El día 8 de diciembre en su cumpleaños número 71, tuvo muchas visitas. Durante el período en que estuvo inconciente, fue acompañado por jesuitas de Guatemala y de El Salvador. También gente de Guarjila estuvo con él quienes le cantaban, recitaban poesía y escribían cartas.

Jon de Cortina no nació en El Salvador, nació en Bilbao, España el 8 de diciembre de 1934, pero se nacionalizó salvadoreño.Este sacerdote, aunque biológicamente era de origen Vasco, lo recordamos en esta página de salvadoreños, porque es un hombre que trabajó intensamente por llevar una esperanza a las madres y los padres salvadoreños que perdieron sus hijos durante la guerra civil pasada.“Siempre estuvo con nosotros, en las alegrías, tristezas y momentos de dolor.

En él no veíamos a un simple sacerdote, sino a un amigo muy especial que nos demostraba toda su confianza y afecto”, relata Lety Tobar en el libro “con Jon, Dios pasó por Guarjila”, publicado por la Asociación Pro Búsqueda.

Este libro contiene testimonios de hombres y mujeres que convivieron con el padre Cortina en las comunidades de Guarjila, San Antonio Los Ranchos, San José Las Flores, Guancora y Arcatao en Chalatenango.

Jon murió en Guatemala. Sin embargo, sus restos fueron velados y sepultados en la capilla de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas UCA, de San Salvador, junto a los jesuitas asesinados en El Salvador, el 16 de noviembre de 1989.

¿Cómo era de Cortina?
Quienes lo conocieron, lo describen con una estatura aproximada de 1.74, tez blanca, cabello canoso y suave que se despeinaba con el viento. Tenía cejas grandes, usaba lentes, vestía camisas manga largas dobladas a medio brazo.

Contaba chistes y a veces decía malas palabras entre los amigos.Cuando alguien lo visitaba en su casa, trataba que “se sintieras bien, que era importante y que descansara”. Los fines de semana, dedicaba tiempo a las plantas, sobre todo a las orquídeas, sus flores preferidas.

Milto Aparicio trabaja en la Asociación pro Búsqueda. Conoció al padre Jon durante 13 años, a quien describe como una persona muy respetuosa, capaz de sentir ternura por la gente, pero también de enojarse.

Al padre Cortina, le molestaba la indiferencia hacia el dolor de la gente, la migración de los jóvenes, la injusticia, la impunidad con que se vive en El Salvador, que no se les haya perdido perdón a las víctimas y que los agresores del pueblo sigan como “carne bautizada”, es decir como personas que no se han dado cuenta del daño que han hecho, explica Aparicio.

Aunque en un momento de su vida condenó la migración, después aceptó que era la única alternativa para los pobres. “Si a mi me preguntan que si estoy de acuerdo que alguien se vaya, yo les digo que no, pero después yo mismo me pregunto ¿qué ofrezco yo para que esta gente no se vaya? ¿Adónde hay un empleo para que trabajen aquí?”, relata Marlene Cruz en el ya mencionado libro de Pro Búsqueda.

Aparicio califica el trabajo del padre Cortina en Pro Búsqueda, como una continuación de la obra de Monseñor Romero Aparicio menciona que Cortina a la gente durante la guerra civil, aunque su obra culme dice, “fue acompañar a las madres de los niños desaparecidos a través de la asociación”, a través de la cual produjo el reencuentro de 300 hijos e hijas con sus familias biológicas.

En estos momentos, la Asociación Pro Búsqueda de niñas y niños desaparecidos, se encuentra funcionando con el recuerdo de Jon como “fuente de inspiración para seguir adelante, como lo son los familiares de víctimas de desaparecidos”, dice Aparicio.

¿Qué le gustaba?
El padre era un experto cocinero, uno de sus platos especiales era la paella, también le gustaba cocinar frijoles con chorizo y pastas.

Durante mucho tiempo, estuvo en tratamiento para dejar de fumar, pero el cigarro era una manera de tener serenidad.

Aparicio recuerda que Jon era aficionado al equipo de fútbol Atletic de Bilbao y que decía “hay un solo equipo perfecto en el mundo el Atleltic de Bilbao, los demás están llenos de extranjeros”, el Atletic solo esta formado por futbolistas vascos, y eso era un orgullo para él.

Su trabajo pastoralA los pocos años de estar en el país, se fue a continuar sus estudios de Teología e Ingeniería Civil. Esta última realizada entre Alemania y los Estados Unidos. En los años 70 comenzó a mezclar su trabajo académico, con el pastoral.

En 1977 fue párroco de Aguijares, cargo que tomó después del asesinato del Padre Rutilio Grande. En 1985 fue trasladado por petición propia al Departamento de Chalatenango, donde se destacó como párroco de Aguilares, San José las Flores y Guarjila.

Quienes lo conocieron, recuerdan que repetía muchas veces que “no estaba seguro de haber evangelizado a todos los pobladores de las comunidades, pero sí de haber sido evangelizado por el ejemplo de las demás personas”.

Juan María Raymundo
Su nombre era Juan María Raymundo de Cortina Garaigorta, pero le agradaba que le llamaran con el diminutivo Jon, como era conocido desde su infancia. Este sacerdote vasco, llegó al país el 14 de septiembre de 1955, pero se quedó definitivamente en 1973.

El 11 de noviembre, día del asesinato de los jesuitas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), Jon había viajado a Guarjila, Chalatenango para dar misa y no regresó ese día a San Salvador debido al inicio de la “ofensiva final” y a la insistencia de la gente para que no saliera de la zona, por lo que se quedó ahí cinco días.

En San Salvador nadie sabía de su permanencia en Chalatenango, de hecho, su nombre apareció en la lista de los sacerdotes asesinados esa noche en la UCA. Este sacerdote jesuita, también fue Catedrático de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, pero se le recuerda más por su trabajo en la Fundación Pro Búsqueda de niños desaparecidos, que él mismo fundó en 1994.

A la fecha, esta organización ha documentado más de 787 casos de menores desaparecidos y ha contribuido, a la reunificación de unas 323 familias separadas durante la guerra.

El padre Jon decía, que “estos niños tienen derecho a conocer a sus padres, sus verdaderos nombres, dónde nacieron, de qué país son, quiénes son sus padres y su familia.

Ellos necesitan conocer su identidad para saber quiénes son en realidad”, recuerda Damián Mejía.Después de la firma de los acuerdos de paz (16 de enero de 1992), el padre Jon decidió vivir en Guarjila.

Durante su estadía, ayudó a la comunicación terrestre, diseñando y dirigiendo la construcción de un puente sobre el río Sumpul, que en la actualidad, une a Arcatao con San José las Flores y con los municipios vecinos.

El padre, también hizo gestiones a nivel nacional e internacional para la reparación de las principales calles de la comunidad y para la construcción de casas con sistema mixto en Guarjila, a cambio de las paredes de adobe y techos de lámina o plástico.

“Conocí al padre Jon planificando el proyecto de las viviendas, y como debían de estar ubicadas, ya que antes aquí no había ninguna vivienda sólo las champitas de lámina.

Él se sentaba con la gente a discutir los diseños y se encargó de buscar la parte financiera, los técnicos, maestros de obra y todo lo que se iba a necesitar para la construcción de las dos colonias que hoy tenemos. En total fueron construidas más de cien casas”, menciona León Serrano en el libro “Con Jon Dios pasó por Guarjila”.

¿Cómo debe recordarse?
Aparicio considera que al padre debe recordársele porque a pesar de que no era salvadoreño biológico, era salvadoreño por opción. Un salvadoreño que hizo tanto bien, que llevaba una vida de completa donación y sacrifico por los más pequeños y porque hizo el milagro de que muchas madres volvieran a sonreír y llorar de alegría, por esas cosas yo creo que debería recordarse a Jon.

De acuerdo a Aparicio, él conoce que algunas personas lo recuerdan rezando y otras que le prenden velas. Una forma de recordarlo es imitar sus pasos y trabajar para que la Asociación Pro búsqueda siga acompañando a las víctimas como lo hizo Jon.

Aparicio explica que no han pensado en solicitar la beatificación del padre, porque él es santo, si se toma en cuenta que peleaba porque “las buena venturanzas sean verdad, los que lloran sean consolados y los que trabajan por la paz sean llamados hijos de dios y para el Vaticano, este tipo de santidad no es bien vista y considero que sería perder el tiempo proponer a Jon para eso”, finaliza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

He leido el libro despues de mi visita a El Salvador el primer dia de mayo de 2010.

La vida del Padre Jon Cortina era una vida llena de buenos ejemplos para todos de nosotros.